Morón perdió por penales ante Colón y quedó fuera de la Copa Argentina, pero en los 90 fue superior y mereció más ante un rival de Superliga. Una gran noche del equipo en la vuelta de Román Martínez, con gol y penal adentro incluidos, que dejó una ilusión enorme.
Hay que decirlo: la última vez que se hicieron tan prolijas las cosas en el fútbol fue en enero de 2016, cuando un ignorantemente resistido Walter Otta se calzaba el buzo de DT. Dos años y medio después, ya con Morón en una categoría más alta y con la mente en un sueño de Primera, la receta se parece mucho a aquella que tanto éxito llevó al oeste. La base ya estaba; hoy la defensa es prácticamente indiscutible, el nuevo y reforzado mediocampo tiene el plus de jerarquía de un tipo como Román, y arriba la entrega de Pumpido, el todo de Damián Akerman y la apuesta por Cháves.
El sábado ya no se vio el equipo que en 2017 llegó a semifinales de Copa Argentina con mucha entrega, algo de fútbol y poco protagonismo, sino uno que no tenía nada que envidiar a su rival. Y aunque es temprano para determinar si se trató de una realidad o algo potenciado por las circunstancias del partido, la marca «Otta» en Morón cotiza.
Se viene un torneo de mano a manos, y aunque en el fútbol no siempre 2 + 2 es 4, siempre se está más cerca cuando se sabe sumar.